jueves, 25 de junio de 2015

La canción sin estribillo

Yo soy
el mercurio en la sangre, mi amor,
todo eso que causa dolor,
lo que mata por dentro.

Pero
estás vos para hacerme cambiar,
me das fe en la humanidad;
yo de verdad lo intento.

Nunca
le pedí a mis padres nacer
pero vos me hiciste comprender
que es mejor de este modo.

Y si
me empeño en ver sólo lo peor,
ahí está la voz de la razón
con tu timbre y tu tono.

Yo soy
lo oscuro antes del amanecer;
el miedo infantil a envejecer
que aparece a los cuarenta y dos.

Y vos
sos todo lo que está muy bien,
me dan ganas de verte crecer
y que explotes tu potencial.

Quiero
que pares el tiempo, mi amor,
que construyas un mundo mejor,
a ver si no lo infecto.

¿Sabés?
Lo que sea que quieras, podés;
el planeta se hinca a tus pies
y yo lloro de orgullo.

Gracias
por traerle un poco de luz
a este loco que carga su cruz,
la que nadie le ha puesto.

-es imposible que lo lean con el ritmo que lo pienso, así que no los culpo si les parece una mierda. por cierto, quiero dedicarle esta entrada a mi hermana; si bien no escribí esto pensando en ella (ni en nadie), noté después que los personajes encajan bastante con nosotros: una víctima sin opresor y la mejor persona del mundo-

martes, 2 de junio de 2015

Otra Vez

Otra Vez

Otra vez soñé con vos. Volvías a estar sentada sobre una piedra desnuda que combinaba con el verde grisáceo de tus ojos. Tus piernas, desnudas también, colgaban inertes en el borde del precipicio que tranquilamente podría haber sido el filo del mundo. Te escuchaba reír y eso me animaba a acercarme por tu espalda; sólo al sentarme a una distancia prudencial descubrí que no reías, llorabas. Lágrimas de cristal caían por tus mejillas, dejando infinitos surcos en tu piel de porcelana. El cielo plomizo amenazaba con llorar también, pero se contentaba con matar tanto a la luz como a la sombra, nivelando los brillos en tonos apagados. Sabía que no tenía nada que decir, y sin embargo intenté hablar. Al abrir mi boca, sólo humo; grité pero tosí hollín. Nunca podría encontrar las palabras adecuadas, y pronunciar aquellas que no querías escuchar podría resultar fatal. Mis sueños son más sabios que su autor.
Por su parte, tu llanto no hacía más que crecer, alimentando al río tormentoso que corría muchos metros más cerca de lo que podríamos pensar. Necesitando hacer algo al respecto, fui tan insensato de arrastrarme hasta vos. Volviste tu mirada hacia mí y fuiste medusa por un instante, petrificándome en mi lugar, pero las serpientes estaban en tus brazos y no dejaban de picarme; tu pelo, en cambio, ondeaba con total naturalidad, ajeno a tu agresividad. Podrías golpearme cuanto quisieras que yo seguiría encontrando paz en el suave levitar de tu cabello avivado por el viento. Lloraste con más fuerzas y el río se alzó queriendo engullirnos. Gritaste con mil voces que no eran tuyas y supe que no podría detenerte. Ya no estabas ahí, nunca lo estuviste. Vos, la verdadera vos, flotabas lejos, inalcanzable y etérea mientras la chica de porcelana, serpientes y cristal se escurría por entre las grietas de la roca. El río ya no era río sino océano, y la piedra se fragmentaba hasta ser un montón de arena. Las olas se alzaban formando muros de agua tan inmensos que borraban de la vista todo posible horizonte y colapsaban luego con un estruendo ensordecedor.

Otra vez soñé con vos. Otra vez te perdí. Otra vez no supe qué decir, qué hacer.
Otra vez me desperté. Otra vez te busqué. Otra vez me rendí.
Otra vez fui un pedante que dijo no necesitarte. Otra vez mentí.
Otra vez pasé el día pensando en vos. Otra vez fuiste mi mundo.
Y aunque no siempre sea así, cada vez que me pasa se siente igual que la primera vez.

-por cómo está escrito, uno podría pensar que realmente soñé esto; lamento ir en contra de sus suposiciones pero sucede que mis sueños son mucho más aburridos que lo que acaban de leer-